¡MI CORAZÓN SE REGOCIJA EN EL SEÑOR!
Martes II del Tiempo Ordinario
1Sam 1, 10-20; Sal: 1Sam 2, 1. 4-8; Mc 1, 21-28
La mejor oración es disponer el corazón para que Dios actúe. |
La antífona del salmo, nos da la pauta para comprender que en medio de las humillaciones propias de la vida, si sabemos pedir con fe, lo vamos a conseguir de parte de Dios y eso nos trae alegría, porque la alegría brota de la paz. El problema que muchas veces encontramos, es que no sabemos pedir lo que nos es provechoso; muchos son los que se acercan a Dios en medio de los problemas para encontrar una solución, pero su actitud es pesimista y no mueven ni un dedo para conseguir su propósito. En ocasiones he escuchado a quienes piden, por ejemplo: “sacarse la lotería”, “conseguir un mejor empleo”, “tener un coche del año”, etc. Sin embargo se les olvida pedir bendiciones, prudencia y templanza, honestidad y generosidad; aquellas virtudes que nos capacitan para conseguir lo que tanto deseamos. Está bien que nos acerquemos a Dios y le supliquemos por nuestras necesidades, sin embargo, hay que saber pedir. Debemos tener claro qué es lo que más nos conviene en el momento, dejando atrás superficialidades que solo traen consigo egoísmo y vaciedad.
Ana, nos da un ejemplo de suplica, acude al Templo, donde se encuentra el Arca de la Alianza, y allí eleva su oración, no sólo pidiendo, sino ofreciendo. Entendamos que cuando desahogamos nuestras vida en la presencia de Dios, nuestro espíritu se llena de regocijo y felicidad. Sólo si pedimos lo que necesitamos, Dios nos lo concederá en su Providencia.
En el Evangelio podemos subrayar la actitud del Maestro: Enseña con toda plena autoridad, porque predica y actúa. En primer lugar lo vemos en la sinagoga de Cafarnaum predicando de una manera novedosa y sin prejuicios. Después, ante el asombro de quienes lo escuchaban, expulsa a un demonio que tenía esclavizado a un hombre desde hacía años. Dos modos de anunciar el Reino de Dios que se demandan entre sí: Predicación y Testimonio. Los cristianos de hoy debemos actuar así, con una predicación vivida, que en nosotros se vea realizada la acción de Dios, que los que no le conocen se sorprendan a ver nuestro modo de vivir ya que Cristo no sólo se predica, se contagia con nuestro modo de vivir. La sorpresa que el mundo nos exige es dar testimonio de lo que Jesús hace en nosotros y con nosotros. El mundo se sorprende cuando un cristiano actúa como Cristo.
Excelente Padre Agustin Saludos
ResponderBorrarGrs Padre, bendiciones...
ResponderBorrarGrs Padre, bendiciones...
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