lunes, 7 de diciembre de 2015

¡NO TENGAS MIEDO! ¡AQUÍ ESTÁ TU DIOS!

¡NO TENGAS MIEDO! ¡AQUÍ ESTÁ TU DIOS!

II Lunes de Adviento
Is 35, 1-10; Sal 84, 9. 10-14; Lc 5, 17-26

El miedo paraliza, confía en Dios. 
Las palabras que encontramos en el texto del profeta Isaías son para nosotros fuente de consuelo y esperanza: ¡Ánimo, no tengan miedo! ¡Aquí está su Dios para salvarlos! (35,4). Aveces la vida se torna un tanto complicada y pesada; la rutina nos hace presa  y encontramos desesperanza y desánimo, poco a poco, si no nos afianzamos en ideales firmes y duraderos, el sinsentido se hace presente y con él todas sus consecuencias: depresión, ansiedad, angustia, miedo y todo tipo, de las hoy llamadas, enfermedades mentales. Por tal motivo, la Palabra del Señor nos sale al paso y afirma que Dios está presente, que nos acompaña y asiste con gracia. ¡No tengas miedo! es una de las expresiones más consoladoras de la Biblia y nos motiva a seguir adelante dando  importancia  solo a lo que realmente la merece. 

Ahora que esperamos al Mesías debemos mantenernos alertas para no dejarnos llevar por corrientes ideológicas que ofrecen un placer meramente temporal y que, al final de cuentas, solo dejan tristeza y vacío existencial. Dios actúa constantemente y nos cura la ceguera espiritual, nos hace oír con claridad y nuestras parálisis ya no son motivo de estancamiento. Si nos disponemos a abrir nuestro corazón ante la venida del Emmanuel, “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo” (v).

En este sentido el texto del Evangelio nos orienta a buscar por todos los medios posibles llegar a la presencia de Jesús pues sólo Él puede darnos seguridad. El miedo paraliza, no deja que avancemos y nos estanca. Hoy nos dan miedo muchas cosas: la violencia, la impunidad, la injusticia, la corrupción y otras tantas que podemos enumerar y nos toca remediar. Para tal fin, debemos hacer un alto y darnos cuenta que la raíz de tantos males que nos estancan es el pecado, Sí, el pecado es el mal que provoca tanto desorden en nuestra vida y por eso nos da miedo y el miedo nos paraliza, no nos deja caminar con libertad. Es por lo cual, que el Señor, viendo la fe de aquellos buenos hombres le dice al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”, sanando el corazón el hombre se levanta: “levántate, -le dice- toma tu camilla y vuelve a tu casa”. Así Dios nos ve, nos reconcilia con su amor, si somos capaces de pedir perdón y perdonar; nos levanta, nos hace caminar y devuelve la dignidad. 

Oración

¡Oh Dios! Tú que estás siempre a nuestro lado y a pesar de nuestro pecado no nos abandonas, Ayúdanos a esperar con firmeza en nuestra fe la llegada de tu Hijo que viene a salvador y a devolvernos la dignidad que el pecado nos arrebató. Dispón nuestro corazón para recibirte y no permitas que el miedo se apodere de nosotros. Sana nuestra parálisis, levántanos de nuestra indigencia y haz que nazca en nosotros un profundo estado de paz que podamos contagiar para vivir con más seguridad.

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