DIOS NOS HABLA EN EL DESIERTO
II DOMINGO DE ADVIENTO
Bar 5, 1-9; Sal 125, 1-6; Flp 1, 4-11; Lc 3, 1-6
Vivimos sumergidos en un mundo lleno de ruido; un ambiente que nos ofrece más distracciones y menos reflexión. Basta con sólo salir un momento de nuestro hogar e imbuirnos en un entorno ensordecedor y poco alentador.
Sólo en el silencio se percibe a Dios |
Por tal motivo, debemos tenernos un poco y reconocer que nos ha hecho falta un silencio interior que nos capacite a replantearnos el camino. La figura de Juan Bautista que nos presenta el Evangelio de hoy nos interpela y nos llama a buscar más silencio. Silencio apremiante para todos porque, contrario a lo que el mundo pueda ofrecer, es allí donde Dios habla, nos sale al encuentro y nos muestra su salvación. El en versículo 2 encontramos aquella expresión: “Dios hablo en el desierto a Juan”. Si hoy queremos tener una experiencia de paz, de tranquilidad, de justicia y equidad es necesario primero apartarnos al “desierto”, un ambiente donde podamos encontrar una reconciliación profunda con nosotros mismos, con nuestro prójimo, con nuestro entorno y, sobre todo, con Dios.
Quizá hoy, más que en otro tiempo, el ser humano necesita no enfrascarse en el ruido del mundo ya que éste sólo provoca angustia y desesperación; es urgente “saber escoger siempre lo mejor. Así podrá el hombre vivir una vida limpia, y avanzar sin tropiezos hasta el día en que Cristo vuelva…” (cf. Flp 1, 10).
San Juan Bautista es un modelo de hombre interior, su personalidad humilde, sencilla, llena de esperanza debe significar para cada uno de nosotros el paradigma perfecto para encontrar la paz interior que tanto anhelamos.
Oración
Jesús, Misionero del Padre, te agradecemos el don de vida en este día en que celebramos como Iglesia, tus santos misterios. Acudimos a ti para pedirte nos concedas descubrir que sólo si somos capaces de escucha tu Palabra en el silencio de nuestro corazón podemos alcanzar un profundo estado de paz y así comunicarlo a los demás. ¡Ven Señor! no tardes más.
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