viernes, 4 de diciembre de 2015

CON LA MIRADA DE JESÚS

CON LA MIRADA DE JESÚS 
I Sábado de Adviento

Is 30, 19-21.23-26; Sal 146; Mt 9, 35—10, 1.6-8

DANOS SEÑOR TU MIRADA, PARA VER CON CLARIDAD
En el Evangelio de hoy encontramos al Misionero Divino recorriendo las aldeas, enseñando el sinagogas, atendiendo a los más necesitados, etc. (cf. v.35) con una actitud de servicio, y es que es así como se ve las cosas con más claridad. Cuando vivimos nuestra vocación  sirviendo a los que nos rodean descubrimos una realidad tal como es y nuestros horizontes se amplían. Jesús “ve a la gente”, observa nuestra indigencia, “sale”, tiene contacto con lo nuestro y “siente compasión” porque nos ve como ovejas sin pastor (cf. v. 36). Esta actitud la podemos interpretar no sólo como un sentimiento sino como una demanda a su providencia y por eso nos envía: “Vayan y anuncien que el reino de Dios se ha acercado” (10, 7).

Esa es nuestra misión: vivir nuestro cristianismo con la mirada puesta en Dios que viene a  salvarnos.  Es Él quien nos hace tener una visión objetiva de la realidad; quien nos hace ver la originalidad de nuestra persona y nos potencia para actuar con una auténtica y plena libertad.  Anunciar el Reino es tener un contacto con la Palabra, es decir, con el “Dios con nosotros,  sintiendo la urgencia de comunicar-testimoniar que sólo en Él se encuentran realizados todos los anhelos y expectativas que el hombre pueda tener. 

Mirar como Jesús es salir a calle, sin que nos avergüence hablar de Dios. Es amar al otro más de lo que él nos pueda amar. Es hablar con claridad ante las injusticias y poner lo que esté de nuestra parte para darle una solución.

Mirar como Jesús es profesar nuestra fe sin complejos ni contradicciones, es decir, que lo que anuncian nuestros labios se haga realidad en nuestra vida. Es “renacer” cada día del pecado que nos esclaviza  y creerle a Dios quien nos da vigor, fuerza y valentía para seguir construyendo el camino de nuestra felicidad.

Mirar como Jesús es cumplir su voluntad: “Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios” (10, 8). Para hacer vida este versículo, primero debemos sanar nuestra indiferencia y apatía; resucitar del pecador que envuelve y priva de libertad; sacudirnos de toda clase de pesimismo. Si hacemos esto, estamos ciertos que podremos contagiar a muchos de la presencia de Dios. El Emmanuel nos mira, siente compasión y viene a nuestro encuentro para hacernos comprender lo que significa vivir con dignidad. 

Oración

¡Oh Jesús! tú que desde la eternidad conoces nuestra realidad y nos miras con compasión, te pedimos que nos concedas ver con claridad y actuar con valentía sin quejarnos nunca de tus planes. Danos un celo misionero que nos permita servir con más generosidad y con nuestra entrega anunciar la llegada de tu Reino. Reino de paz y de justicia; de amor y libertad. 

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