sábado, 28 de noviembre de 2015

EL DÍA DEL SEÑOR ES NUESTRA ESPERANZA


I DOMINGO DE ADVIENTO


Jr 33, 14-16; Sal 24; ITes 3, 12-4,2; Lc 21, 25-28.34-36

En la alborada de un nuevo Año litúrgico, el Señor nos hace comprender, en su Palabra,  que Él nunca nos abandona; Él es “nuestra victoria” si confiamos en sus promesas de bendición. 

Esperar con alegría al Señor que ya viene
Los textos bíblicos que nos propone la liturgia de hoy, aluden claramente al “día del Señor” ; a ese momento glorioso de su acción liberadora, a su intervención en la humanidad para que en ella se establezca la justicia y la rectitud. Él Señor viene para hacernos comprender que no podemos seguir en el pecado, sino que debemos animarnos y levantar la cabeza porque seremos liberados (cf. Lc 21, 28). ¿Liderados de qué? de toda ideología que adormece nuestra conciencia, del pesimismo en el que podemos estar envueltos; de toda clase de corrupción que nos impide ser plenamente felices. Si creemos con todo el corazón ese día glorioso recibiremos bendiciones en nuestra vida y seremos liberados de la enfermedad, depresión, falta de empleo y de todos aquellos problemas que nos aquejan y nos quitan la paz. 

El “día del Señor”, es el “Adviento” de los cristianos comprometidos que se esfuerzan en hacer vida el Evangelio. No se trata ya de una espera pasiva, sino de una esperanza activa que nos mueve a dar testimonio de lo que creemos y a hacer realidad con nuestras obras esas promesas de bendición que nos ha hecho Dios. Bendición que se traduce en la alegría que contagias cuando saludas, acaricias, diriges una palabra de ternura o sencillamente cuando sonríes y haces grato cada momento; bendición que se realiza cuando amas y haces feliz a quien contigo comparte la vida. 

El “día del Señor” es el “hoy” de los hombres y mujeres de fe que se lanzan sin miramientos a cumplir su misión en medio de duras batallas pero que al final declaran con firmeza: “El Señor es nuestra victoria” (Jr 33,16). 

Oración
Señor Jesús que mi caminar hacia ti sea iluminado por tu gracia. Ayúdame a reconocer que mi esperanza puesta en tu Palabra me capacita para obtener la victoria sobre el pecado.  Prepara mi corazón para que sea una digna morada de Ti. 

Pbro. Carlos Agustín Cázares Martínez, msp

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