viernes, 5 de diciembre de 2014

Miércoles I de Adviento, Ciclo B

En la presencia de Dios

Is 25, 6-10a
Sal 22
Mt 15, 29-37

La figura del monte es imagen de la presencia de Dios. El Señor Jesús sube a un cerro, sube a la presencia de su Padre y desde allí sana a los enfermos. Pero para que esto sea posible es preciso salir de nuestro egoísmo y sabernos necesitados; la gente llevaba –dice el texto- hay que presentarnos ante el Señor tal como somos, con nuestras miserias, con nuestros pecados y también con nuestros dones y talentos. Los primeros para que sea Él quien los sane y nos convierta en cera blanda que pueda moldearse a la perfección, los segundos para que los multiplique y de con ellos bendiciones a los demás.

Sólo en la presencia del Señor se comprueban los milagros y se multiplican los dones
Ya llevaban tres días (v. 32) –los mismos que pasó en el sepulcro el Señor- estaban sin fuerzas, probablemente cansados de tanto esperar y sin algo para comer; Jesús siente compasión y le pide a sus discípulos que sean ellos quienes repartan aquellos panes que había multiplicado. La imagen es real y concreta, Jesús siente compasión, se hace uno con el que sufre, y lo llena de su presencia. El Señor realiza aquello que el profeta habia anunciado: En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares… (Is 25, 6) Es el banquete de la Eucaristía, donde Dios se da sin reservas y donde el hombre encuentra la salud a todas sus enfermedades. Después de haber estado tres días sin comer y sentir el desfallecimiento, viene la vida, la resurrección, el momento propicio para comprender que la vida encuentra su fundamento cuando nos acercamos a Dios.

En concreto en nuestra vida cristiana debemos tomar en cuenta que sólo en la presencia de Dios se obran los milagros y se multiplican los dones, nos llenamos de bendiciones que debemos compartir con los demás

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