En una ocasión un joven, inquieto por
encontrar y demostrar la existencia de Dios, se acerco a un místico que se encontraba meditando a la sombra
de un árbol, y le dijo: “demuestrame a Dios”. Dime cómo puedo experimentarlo.
El maestro, como es típico en ellos, no dijo ninguna palabra, sino que siguió
haciendo su meditación. El joven volvió con la misma petición al día siguiente,
y así por un buen tiempo, pero sin recibir respuesta, hasta que, al fin, al ver
su perseverancia el maestro le dijo: “Pareces un autentico buscador de Dios.
Esta tarde bajaré al río a tomar un baño. Encuéntrate allí conmigo”. Cuando,
aquella tarde, estaban los dos en el río, el maestro agarró al muchacho por la
cabeza, lo sumergió en el agua y lo mantuvo así durante un rato, mientras el
pobre muchacho luchaba por salir a la superficie. Al cabo de un par de minutos,
el maestro lo soltó y le dijo: “Ven a verme mañana junto al árbol”. Cuando al
día siguiente, acudió el joven al lugar indicado, el maestro fue el primero en
hablar, diciendo: “por qué luchabas cuando te tenia sujeto por la cabeza debajo
del agua? El joven respondió: “Porque quería respirar; de lo contrario, me
habría ahogado”. El maestro sonrió y dijo: “El día en que desees a Dios y
encontrarte con Él con la misma ansía con que querías respirar, ese día se
mostrará a ti, lo experimentarás y por consiguiente lo demostrarás…”
Así como el joven del relato el ser humano,
en su esfuerzo por comprenderlo todo, busca a todas luces y por muchos medios
las herramientas necesarias para satisfacer sus interrogantes más
profundas. A lo largo de la
historia se ha preguntado sobre su ser y su existencia y por consiguiente
cuestiona la trascendencia y la existencia de Dios. En este esfuerzo, no son
pocos, los que, por su inteligencia, nos han ofrecido tratados y discursos
elocuentes que nos ayudan a conocer las diversas ciencias humanas que responden
a las exigencias de hoy. Sin embargo hay que decir que, no es ajeno a nosotros
saber que el relativismo se ha infiltrado tanto en la sociedad que ha dado como
resultado una indiferencia religiosa que se traduce en falta de fe, confusión y
muchos desordenes que se manifiestan en diversos ámbitos de la humanidad.
Y así como toda ciencia necesita demostrar su
tesis a base de un método, también la “ciencia Divina” necesita no solo de leyes
temporales, sino de “leyes espirituales” mismas que están impresas en el
corazón del hombre. Sí, la
existencia de Dios, en primer lugar, se muestra en nuestra vida cuando somos
capaces de abrirnos a su amor y ser participes de sus dones, cuando, con
humildad, reconocemos nuestra incapacidad de abarcarlo todo y descubrimos que
existe un Ser superior a todo; que la inteligencia lógica nos puede ayudar a
conocer algo de Dios pero es en la disposición interior donde se experimenta.
Es en el encuentro personal con su palabra donde lo descubrimos; es en el amor como
nos sale al encuentro y nos llama a encontrarle en sentido a nuestra
existencias unidos a Él. Dios sí existe atrevete a encontrarlo.
Hno. Carlos A. Cázares Martínez, msp
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