lunes, 24 de noviembre de 2014

USTEDES SON SAL Y LUZ...

«Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea. Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.» (Mt 5, 13-16)

Las palabras del Señor en el Evangelio, que forman parte de lo que conocemos como el Sermón de la Montaña, son contundentes ya que reflejan  la esencia de la misión social del cristiano en el mundo. En un primer momento encontramos la figura de la sal que como es sabido se trata del elemento que da sazón y sabor a los alimentos, así, el cristiano en el mundo, que por el bautismo ha sido injertado a Cristo y a su Iglesia, que es hijo de Dios y que adquiere una misión profética se convierte en el «Sazonador» de las realidades temporales, éste con la vida nueva que adquiere en Cristo (cf. Rm 6,4) se proyecta con esperanza hacia una vida digna. No obstante el Evangelio también nos señala lo que sucede cuando esa sal pierde sus atributos, «se la tira y la gente la pisotea,» pasa lo mismo cuando el cristiano se desvirtúa dejándose adsorber por corrientes que denigran su condición de hijo de Dios.

Además de ser sal el cristiano es luz, este símbolo evoca el deseo de verdad, de justicia y de paz que están inmersos en lo más íntimo del ser humano. Sin embargo cuando esa luz se opaca o bien desaparece es imposible observar la realidad y por tanto se pierde el camino y no se sabe para donde ir. Es por tanto urgente que todo hombre cristiano, en especial los jóvenes creamos, con una convicción ardiente, que en Cristo nos constituimos «luz que brilla  delante de la gente»; que a pesar de la obscuridad o tribulaciones que embargan a nuestro pueblo nosotros podemos dar una respuesta concreta para encontrar la solución a tanto mal que nos aqueja.

Asimismo es sumamente importante meditar que nuestro papel de «sal y luz del mundo» también debe vivirse con claridad en estos tiempos en los que se desarrolla el proceso electoral de nuestro país pues es sumamente necesario que sepamos elegir correctamente a quienes nos gobernaran, no sólo conociendo al candidato y sus propuestas es como podremos determinar nuestro voto, sino además requerimos de una adecuada información y formación sobre el partido que representan ya que es allí donde radica la ideología que ha de dirigir los sistemas económicos, políticos y educativos de nuestra sociedad. Ya no podemos ser indiferentes y dejarnos llevar por «bonitos discursos» que prometen un panorama alentador, es urgente que los jóvenes nos formemos un amplio criterio a la hora de tomar decisiones pues es nuestras manos está depositado el rumbo del país.

Para clarificar lo dicho hasta ahora traigo a colación algunas palabras del Papa Juan Pablo II que sin duda han de iluminar nuestra reflexión y nos darán elementos para puntualizar nuestra vida: «En el contexto actual de secularización, en el que muchos de nuestros contemporáneos piensan y viven como si Dios no existiera, o son atraídos por formas de religiosidad irracionales, es necesario que precisamente ustedes, queridos jóvenes, reafirmen que la fe es una decisión personal que compromete toda la existencia. ¡Que el Evangelio sea el gran criterio que guíe las decisiones y el rumbo de vuestra vida! De este modo se harán misioneros con los gestos y las palabras y, dondequiera que trabajen y vivan, serán signos del amor de Dios, testigos creíbles de la presencia amorosa de Cristo. No lo olviden: ¡"No se enciende una lámpara para ponerla debajo del cajón" (cf. Mt 5,15). Así como la sal da sabor a la comida y la luz ilumina las tinieblas, así también la santidad da pleno sentido a la vida, haciéndola un reflejo de la gloria de Dios.»



La misión es clara y contundente, la respuesta está en nuestro interior y depende de cada uno de nosotros que sepamos responder a las exigencias de nuestro tiempo.

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