¡Estén Despiertos!
Is 63, 16-17. 19; 64, 2-7;
Sal 79, 2. 3. 15-16. 18-19;
1Cor 1,3-9;
Mc 13, 33-37
Desde el amanecer hasta la puesta del sol, nos ponemos en disposición de caminar. Nos levantamos a realizar nuestras actividades cotidianas y asumimos actitudes que generalmente dependen de nuestros ideales y de nuestro empeño por amar. El amor es el motor del hombre y más cuando ese hombre se dice cristiano. El Señor Jesús, en el Evangelio, nos advierte categóricamente, al iniciar este nuevo ciclo litúrgico, ¡Estén despiertos! (vv. 33.35.37) Pero ¿por qué esta insistencia en tan pocos versículos? La respuesta es sencilla: porque nos quiere ver en movimiento, porque la esperanza no es quietud, sino actitud paciente para alcanzar la felicidad en lo ordinario de la vida.
Los cristianos debemos estar siempre atentos para no dejarnos llevar por las superficiales que el mundo relativista nos presenta. Estar despiertos es vivir la dinamicidad del Evangelio, es vislumbrar en el horizonte la promesa eterna de Dios quien nos ha llamado a vivir adheridos a su Hijo Jesucristo (cf. 1Co 1, 9).
¡Estar despiertos! Es una de las exhortaciones mas elocuentes que la pedagogía divina nos revela. El que nunca duerme y cuida a su pueblo (cf. Salmo 121, 4) sale al encuentro de hombre y le muestra el verdadero camino para ser feliz: El amor.
En resumen, sólo quien se despierta ve con claridad y se dispone a actuar con esperanza, esta atento a los signos de los tiempos y discierne aquello que es lo mejor con conquistar sus sinceros ideales; es ponernos en movimiento para ser fermento en la sociedad; es salir a la calle y dar testimonio del nombre cristiano; es la mejor preparación para recibir del Señor sus bendiciones.
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